En la penumbra del aula de anatomía, el ambiente estaba cargado de una tensión palpable. El director, un hombre de porte imponente y mirada seductora, observaba a la maestra mientras explicaba con pasión la complexidad del cuerpo humano. Sus palabras parecían susurrar promesas ocultas.
Al terminar la clase, él se acercó, su aliento cálido rozando su cuello. "Necesitamos hablar sobre la anatomía… de nuestra relación", murmuró, mientras sus manos, firmes pero delicadas, empezaban a explorar el terreno prohibido. La línea entre profesionalismo y deseo se desvanecía, dejando solo la atracción palpable que ambos habían reprimido.